Intuyo que después de que esta noche se emita enTelemadrid el capítulo De idealistas a asesinos -segundo de la serie que narra la historia de ETA a través de las víctimas- ya no podré saborear un buen vino con Wilson. Todo será vinagre en nuestra relación y él, al que en su día llamaban El Inglés por haber intentado prender fuego a la Embajada española en Londres, podrá parafrasear a Churchill diciendo: «La Historia será amable conmigo, porque tengo intención de escribirla». Discúlpame, Wilson. Ayer te traicionó El Lobo. Hoy te traiciono yo. Soy periodista. No me enorgullezco en esta ocasión de ello, pero el periodista que escribe de crímenes no es del todo inocente. Quiero contar lo que me contaste para que el olvido no tenga su última palabra.
«Estuve tres años en una agencia de prensa, una banda de manguis todos. Mira, militares, curas, periodistas, abogados y políticos son profesiones que no son gente buena», me cuenta Wilson tras el primer trago a un tinto riojano. «A mí lo único que me interesa es que no escribas de mí, porque la operación Ogro la mando a tomar por culo, es una cosa muy vieja y además salió mal». Wilson apostaba por un asesinato de Carrero Blanco a lo Kennedy.
«Una de las cosas que dije fue que se le podía matar con un rifle desde una furgoneta al salir de casa. Argala [el etarra Miguel Beñaráin Ordeñana que también participó en el atentado] no tenía espíritu militar. Yo era bastante más hijo de puta [...] A Argala le mataron cinco o seis tenientes de la Marina, porque Luisito [Luis Carrero Blanco] era de la Marina [...] Esos tenientes se presentaron voluntarios y le dieron bacalao. Lo que pasa es que Argala, con el que viví año y medio, era bastante bobo. Yo era más frío».
Aquel 20 de diciembre de 1973 en que asesinaron a Carrero Blanco, negro día para el franquismo, es difícil arrancarlo del recuerdo.Ya conté en mi libro Mujeres de ETA cómo conocí a Argala, con el que compartí muchas horas sin saber que era un miembro del comando Txikia que asesinó a Carrero Blanco.
Me atraía mucho conocer a Wilson. Lo hice jugando la baza del escritor que desea hacer un libro sobre él. Aun reacio, se prestó a charlar conmigo. Hemos mantenido a solas dos encuentros alternando por los bares que frecuenta en Vitoria. Una noche cenamos cara a cara. Todo lo grabé con cámara oculta. Jamás había usado este procedimiento, pero su testimonio me parecía importante para elaborar esta serie sobre las víctimas de ETA. Cuando los compañeros de EL MUNDO TV me colocaron la cámara oculta y caminaba hacia mi cita con Wilson, creí escuchar a mis espaldas la voz de este etarra fanfarrón que sonaba como un tiro a bocajarro. El miedo me llegaba hasta las rodillas.
Hubo un tiempo de silencio en que existieron en España personajes como Carrero, un inmovilista radical que solía decir: «Si en España se sienta como precedente que todo el que sale a la calle a alborotar va a ser recibido a tiros por la fuerza pública, se acabará el desorden». Cuando Wilson habla de Carrero, siempre se refiere a él como «Luisito, ese hijo de puta».
Le pregunté si lo de intentar secuestrarlo se planteó en alguna ocasión: «Sí, estuvimos para intentar secuestrarle un año y pico [...] Pero luego a Luisito lo eligieron presidente [...] y pensé: a este hijo de puta es mejor matarlo».
Cuando le sugerí algo sobre la presunta colaboración de la CIA en el atentado, exclamó airado: «¡Pero qué coño la CIA [...] Son una banda de borrachos, no se enteraron de lo de Carrero ni de lo del 11-S. No se enteran de nada».
¿Colaboró el PCE?, pregunté. «Si no lo hacemos nosotros, no lo hace nadie. Al Partido Comunista le dejamos en evidencia cuatro chavales desviados con pájaros en la cabeza [ ] Yo siempre dije que ETA funciona como el KGB, es un funcionamiento de servicio secreto [...] El militante no tiene acceso al responsable», comenta.
El comando Txikia debe su nombre al etarra Eustaquio Mendizábal, Txikia, muerto en 1972 por disparos de la Policía en Algorta.El cerebro de la operación Ogro fue Wilson más que Argala, aunque ambos podían muy bien tener la paternidad del atentado.
Los que no estuvieron nunca en ese comando ni participaron en el asesinato de Carrero Blanco fueron Josu Ternera y José Ignacio Abaitua, como se ha venido manteniendo hasta la fecha.
«En la operación Ogro hubo un momento en que estuvimos 14 o 15 militantes, y Josu Ternera no estuvo nunca con nosotros. Yo conocí a Josu en el año 70, que se quería ligar a mi novia, no te jode, el idiota de los cojones [ ]. Mira, en todas las guerras y todo esto, el que está en la retaguardia se va quedando, no lo cogen nunca, al que está en el frente lo matan [...] Josu Ternera es un pelmazo, un inútil y no participó en el atentado de Carrero [...] Josu Ternera es un sin sustancia, un liante que no ha hecho nunca nada el hijo de puta; sólo quemó una oficina de magistratura; el muy bobo le metió cinco litros de gasolina y se puso en frente, y hubo que llevarlo al hospital; se abrasó las piernas [...] Es un bobo ilustrado».
Wilson tiene madera de líder. Es oscuro por dentro y opaco por fuera. Hay que arrancarle las palabras, extraerlas con sacacorchos de su botella de matón. No está arrepentido de nada de lo que hizo.